Es
En
por Philippe
Cyroulnik
Entre la imagen y el objeto

La pérdida
Al final de Citizen Ken de Orson Wells, una cajita de vidrio cae de la mano inanimada del héroe y sobre el paisaje de esos ensueños kitsch cae la nieve que marca el fin de los sueños que no volverán mas. Es un poco el equivalente de lo que sugieren las obras de Carolina Antoniadis. Sus obras bañan en la luz tenue de una melancolía que da forma a las figuras, los objetos y los motivos de un mundo perdido. Sus estallidos, sus colores y sus formas son los ecos de una Arcadia contemporánea cuya heroína habría sido expulsada. Sueños de modernidad y objetos de pacotilla estructuran el universo de su obra y de la instalación que ella presenta en la galería Del Infinito. No es difícil de ver en su pintura la rearticulación del lenguaje pop, el cual encuentra en la cultura popular y en los íconos de nuestra cotidianeidad la materia prima de su trabajo. Pero vale recordar la deuda que ella reivindica hacia Matisse, por su apetencia a formalizar las figuras y hacia Klimt, por su capacidad a disolver la figura en el motivo decorativo y viceversa.

Y considerando todos estos elementos, no podemos mas que subrayar el lugar atípico y muy sólido en la escena artística argentina de esta obra que en los cuadros de la vida moderna que la artista nos ofrece, hace surgir la trágica realidad de un mundo donde la muerte captura lo vivo. Carolina Antoniadis sobresale en el arte de reciclar imágenes anodinas y objetos insignificantes para producir figuras metonímicas de vidas y de alegrías muertas y fijadas, que el tiempo y el olvido habían recubierto de un velo para transferirlo sobre las cosas.
No es casual que Carolina Antoniadis se haya interesado por el arte decorativo y particularmente por las cerámicas, los objetos e incluso el diseño textil. Y no esta desprovisto de razón el que afeccione particularmente el Jugenstijl y el Art Nouveau donde lo decorativo y el arabesco invaden y metamorfosean el espacio utilitario.
A ella le gusta jugar con los objetos como una paleta; puede hacer de toda imagen un motivo y asumir con lucidez el ir y venir entre la singularidad de la obra y su multiplicación en el objeto usual. Pero sabe también discernir en los objetos, las potencialidades escenográficas o alegóricas que ocultan.

Trazo y color
Los personajes en sus pinturas son definidos por sus contornos pero nunca son identificables con una persona. Son a la vez particulares y anónimos: una madre y su hijo, mujeres. El trazo confirma la figura como personaje y al mismo tiempo recubre los motivos abstractos y decorativos. Esta alteración de la figura a través del motivo lineal y el color le hace perder su valor mimético. El color contamina el realismo de la representación y de las imágenes. De pronto sus imágenes tienen los colores del artificio- los colores de los años plásticos y de los objetos con fechas de expiración tan rápidas como un "hit" de verano.

Lo que queda de nuestros amores
Las figuras en sus pinturas poseen la artificialidad de los maniquíes de las vitrinas, inmovilizadas en un simulacro de la gestualidad humana. A los objetos se les impone la misma lógica.
En ese reinado de bibeloterie kitsch de un mal gusto que raya con lo mágico, los objetos brillan con sus artificios y oropeles de bazar que iluminan los sueños de las pequeñas modistas o que son como los estigmas de la vida pasada que la memoria atesora, aun más si estos se hunden en el velo del tiempo.
Es en ese sentido que la pintura de Carolina Antoniadis nos reenvía tanto al cinismo desencantado de una "imagerie" Pop, como a la conciencia melancólica que los sueños de la modernidad rompieron contra los arrecifes de la vida cotidiana.

Parábolas
Pero su arte consiste también en abordar con un sentido agudo de la parábola los objetos mismos y esas vitrinas que uno encuentra en los negocios. Nos recuerdan aquellas de los pasajes que fotografiaba Atget en París y que como lo señalaba Walter Benjamin engarzaban aquellos objetos por excelencia del deseo modelado por el reinado del mercado generalizado.
Las luces de "sunlight" recortan la sombra de la star en el tiempo de un ensueño, de una imagen o de una canción comme aquella cuyo estribillo se repite en la subasta: "hubiera querido ser una artista".

La paleta de los objetos
Y los objetos funcionan aquí como un muestrario de formas y de motivos pero también como las huellas traídas de los viajes que uno reduce como secuencias temáticas.
Estas declinan las figuras múltiples del pintoresco contemporáneo. Platos, figurinas, juguetes, pañuelos y otras chalinas se apilan en las góndolas del bazar afectivo y sentimental. Sus quebraduras son como papeles recortados de lo real. Estas descomponen el mundo, y aún más precisamente descomponen el mundo de los objetos en mil pedazos. De las figuras del éxtasis y del sufrimiento, no quedan más que figurinas. Los sentimientos y los seres están como fijados en el objeto. La vida misma no es más que un modelo reducido. No queda más que la decoración y el mobiliario. Y el brillo de una luz que irriga un instante la forma inerte nos reenvía los resplandores de un mundo desaparecido donde las cosas estaban encarnadas.
De la multitud de figuras arrancadas a su representación, no quedan más que siluetas anodinas trabajadas por la línea y el color haciéndolas emerger y disolverse en el caleidoscopio de la pintura.